Este es un extracto del libro Peace Between The Sheets, Healing with Sexual Relationships, de Marnia Robinson, que en este caso hemos traducido. Es bastante extenso, pero muy interesante, pues Marnia nos relata su experiencia y su búsqueda de los que ella llama la "Aproximación No-Orgásmica al Sexo". Corresponde al primer capítulo del libro; este último también pueden hallarlo completo, pero en Inglés, en google.libros, para imprimirlo o leerlo online.
Los dejo con la lectura de Marnia, la que de seguro les resultará amena por su lenguaje sencillo y cercano. Y recuerden visitar su extraordinario sitio web en http://www.reuniting.info/
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POR QUÉ NOS DES-ENAMORAMOS (Por Marnia Robinson)
¿Te has enamorado alguna vez de alguien que a la vez te ha amado? ¡Qué experiencia! Repentinamente el mundo comienza a tener sentido. Con alto voltaje fluyes con inspiradas ideas. La vida toma un brillo prometedor, y las alas y el halo de tu amado son claramente visibles. Aun, si las cosas siguen su curso normal, tú recordarás este breve período de conciencia exaltada como una luna de miel, y lo verás con una suerte de…decepción.
No es decepción. Algo muy real está ocurriendo. Un completo circuito de energía está fluyendo a través de vuestros corazones, y los está energizando, expandiendo vuestra percepción, y mejorando profundamente vuestra química corporal. Cuando la humanidad aprenda a seguir esta espiral de energía ascendente estará en el camino hacia algo más profundo. De acuerdo a diversas tradiciones espirituales alrededor del mundo, este circuito de energía que fluye entre los amantes es nada menos que un camino de iluminación.
Por ahora, sin embargo, la mayoría de nosotros no puede jamás alcanzar este "último piso” del edificio. En vez de eso, llegamos sólo a algún lugar cercano al "piso tres" y rápidamente comenzamos una espiral descendente hacia lo mundano…demasiado a menudo seguida por una caída en picada hasta la base. Esto sucede porque nuestra parte física actúa de acuerdo a un piloto automático biológico, mientras nosotros creemos que se trata de algo de nosotros mismos.
Mi educación sobre las relaciones sanadoras comenzó casi como un accidente. En 1986, mi hermana, preocupada de observar el subeybaja de mi vida amorosa, me pasó un libro titulado algo así como “Casarse con el Hombre de tu Elección”. El libro insistía en que yo necesitaba escribir una descripción detallada de mi compañero ideal. Así lo hice.
En efecto, él apareció al cabo de un año. No sólo eso, un par de meses antes de que Russ y yo nos encontráramos, una psíquica en una fiesta le aseguró a él que me conocería en cierta fecha. Ella le dijo mi edad, mi profesión, el elemento de mi signo astrológico y muchas otros detalles precisos. Nos encontramos en una conferencia en Nueva York dos días antes de la fecha señalada por la psíquica y esto ciertamente lo sentimos como una unión del destino. No obstante, poco después de que el sexo convencional entrara en escena, la relación colapsó. Y cada vez que lo volvíamos a intentar, nuevamente colapsaba.
Era espantoso observar que una relación con alguien con quien me había sentido tan profundamente predestinada y conectada, se desmoronaba a pesar de los esfuerzos por salvarla. Me volví hacia mi guía interior demandando una explicación, y esa misma semana di con mi primer libro sobre sexualidad Taoísta. Este libro explicaba que había otra clase de éxtasis posible entre amantes, y en el instante en que leí las descripciones, supe que era los que siempre había estado buscando en mis relaciones:
“El orgasmo valle [distinto del convencional orgasmo “pico”] ocurre espontáneamente en el profundo estado de relajación, y es una experiencia muy poderosa en la cual siento, en cada célula, todas las partículas de mi ser como un exquisito, extático punto de fusión. El sentimiento de conexión con mi compañero(a) es profundo. Mi ser entero se comparte con el de él, y el de él con el mío, como un flujo que no conoce fronteras…Yo siempre me sobrecojo por el poder que reside en el hombre y la mujer. Estamos más cerca de lo que creemos de ser dioses y diosas…Hay un sentido de tener todo el tiempo del mundo, de ser una eternidad, y de tener más y más energía disponible." (Chia & Chia, 1986, p. 291)
El “asunto”, por supuesto, era que para encontrar este éxtasis valle, uno tenía que superar el orgasmo convencional. Russ, no obstante, era muy conservador y no tenía interés en lo que él consideraba ‘sexo no convencional’. Poco tiempo después fui transferida a Europa. Frustrada de nuevo.
ENGANCHÁNDOME CON EVITAR EL ORGASMO
Pasaron los años y ningún sabio de Oriente apareció para instruirme en la unión mística. Decidida a aprender, me inspiré en uno de mis dichos favoritos:
“Nunca temas intentar algo nuevo. Recuerda, los amateurs construyeron el Arca; los profesionales, el Titanic.”
Concluí que tenía que hacerme una idea de cómo motivar a otro principiante para explorar este misterio junto a mí. Rápidamente descubrí que, aún con buenas intenciones, no es fácil dejar atrás los hábitos sexuales corrientes. Podía lograrse, empero, y el proceso fue sorprendentemente disfrutable. Con suficiente automotivación, y claras instrucciones (la segunda parte del libro), no tendrás que ir a tropezones como yo.
Aquí está el recuento de mi primer intento por “crackear el código”: Nos conocimos con Alex en un taller en una comunidad espiritual en Escocia. Un hombre profundamente espiritual, estaba haciendo una pausa en su práctica en psicología, viajando desde Canadá alrededor del mundo, para así visitar varios ‘sitios de inspiración’. Después del seminario, regresamos a mi casa en el continente europeo. Después de mucha discusión, decidimos poner en práctica una aproximación no-orgásmico al sexo.
Yo tenía un libro, escrito por un hombre, con un montón de ‘tips’ sobre cómo los hombres podían ganar maestría sobre el impulso de eyacular. Recomendaba tensar los músculos alrededor de la próstata, apretar la mandíbula, contar al respirar, y muchas otras técnicas enérgicas – las cuales yo después aprendí que no son tan efectivas como un muy gradual y más relajado acercamiento a la intimidad sexual.
Todas las veces, Alex insistía que él no necesitaba instrucción alguna. Cuando hacíamos el amor, sin embargo, ocurría como era lo usual. Es decir, él eyaculaba. Y durante todos los muchos días que siguieron, pasó lo mismo una y otra vez, a pesar de la genuina intención de evitar el orgasmo. Seguí insistiéndole que estudiara el manual, pero él se ponía cada vez más irascible. Cuando yo le observé, de acuerdo al libro, que su corto temperamento podría deberse al orgasmo frecuente, él estalló.
“¡Tú debes estar loca para sugerirme que la eyaculación tiene un efecto negativo en los hombres,” se encrespó. “Yo soy psicólogo. Si así fuera, yo lo sabría. Y si sigues hablando así, irás a parar a una institución mental…para explicárselo a tu loquero!”
Yo podía ver que ningún argumento más podía ya empeorar las cosas, y se me vino a la mente ¡lo estupendo que sería si él se subía en el próximo tren! Mantuve un silencio de piedra.
Finalmente él explotó, “¡Me doy cuenta de que no vas a escuchar ni una palabra de lo que yo diga hasta que lea ese libro!”
“Correcto, Alex”, admití.
“Ok, ¿qué tengo que leer?
Le mostré las cuatro o cinco páginas que explicaban las técnicas mencionadas arriba para que los hombres evitaran el orgasmo.
Él echó un vistazo a las instrucciones y anunció, “Vamos, intentémoslo.”
Para ese momento, yo estaba a punto de abandonar la idea. Esta más bien descortés invitación no se parecía a ninguna de mis imágenes sobre un encuentro de sexo sagrado. Pero yo anhelaba saber si las ideas tendrían algún mérito.
Hicimos el amor de acuerdo a las instrucciones. Él apretó y contó, y acabó la relación sin haber eyaculado. Entonces, me sorprendió cuando dijo, “No puedo creerlo. No me siento insatisfecho. No tengo…uh…bolas azules (“blue balls” es una expresión coloquial para señalar cuando un hombre se queda con la excitación sexual sin eyacular, lo cual le causa molestias. En castellano tendríamos que decir algo así como “las bolas hinchadas”, (nota de la traducción)). ¡Gracias por enseñarme esto!”. Tan anonadante como este hallazgo, una sorpresa mayor fue la que siguió. Durante las próximas 24 horas, él fue un hombre diferente. Su rabia se evaporó y su corazón se abrió. Mientras antes me había asegurado que él no necesitaba una pareja porque estaba en un camino espiritual, ahora se abría y hablaba sobre cuánto él siempre había deseado una compañera y se encontraba confundido por su incapacidad de estar en una relación.
El cambio más grande fue que él me vio con una luz completamente diferente. Nunca más me recomendó que me internara. En vez de eso, me dijo, “Tú eres tan espiritual y generosa. Dios realmente debe estar orgulloso de ti por perseverar en esto, a pesar de tanta resistencia.” Yo también me sentí transformada. Mi corazón se rompió de gratitud y pude ver con claridad sus cualidades angélicas. Me recuerdo pensando, “Gracias por mostrarme esta verdadera belleza de hombre.”
Yo me juré que había tenido mi última relación sin sentido con un amante. Pude saborear el potencial para la mutua adoración e intimidad satisfactoria en el nuevo concepto y estaba más decidida que nunca a dominar este acercamiento no convencional al sexo. Al final, me hallaba completamente motivada.
DIME QUE NO ES VERDAD
Y resultó que tuve más relaciones sin sentido por delante, debido a que algunas de las pistas-clave de cómo uno elude la biología no se encontraban en los manuales de sexo sagrado que yo había comenzado a ‘devorar’. A pesar de los emocionantes y significativos avances, mis resultados eran inestables. Buenas intenciones y nobles aspiraciones claramente no eran suficientes. Apenas yo caía en los antiguos hábitos la acostumbrada desarmonía en la relación se hacía presente. Difícil como esto era aceptar que el orgasmo en sí mismo parecía ser el culpable. Una vez que estuve preparada para considerar esta hipótesis inverosímil, me topé con una amplia evidencia sobre un doloroso anzuelo incrustado en el cebo de la atracción sexual. Éste causaba que los amantes se alejaran el uno del otro.
Recuerdan la película “Cuando Harry conoció a Sally? Billy Cristal decía que treinta segundos después de hacer el amor él quería salir de la cama y marcharse. Cuando le pregunté sobre eso a una de mis parejas, él respondió, “Sehh, supongo que es la forma como la mayoría de los hombres nos sentimos. ‘¡Bum, ya está hecho! Elvis se fue del edificio. La mujer gorda ha cantado. Gracias…y adiós’” Desafortunadamente, este deseo subconsciente de alejarse hace que un compañero luzca totalmente diferente después del sexo, aún si no se aleja.
Un amigo me describió su primera relación sexual. “Quería llorar”, me dijo, “porque ella era tan hermosa y yo la deseaba tanto. Pero recuerdo que me sentí un poco desilusionado cuando después vi su cuerpo, y su belleza no me encendía más como lo había hecho en medio de la pasión"
Extrañas cosas ocurren en nuestra percepción del otro después de que el “peak" del orgasmo se desencadena. Yo pienso en este cambio como una resaca –una fase temporal de sutil incomodidad que sigue al sexo apasionado. Habitualmente lo proyectamos en nuestra pareja o en el mundo circundante, imaginando que él, ella, o las circunstancias a nuestro alrededor sobre las que no tenemos control, causan nuestro malestar. Aquí hay una cita del ensayo de D. H. Lawrence “Pornografía y Obscenidad”:
“La experiencia enseña que los individuos comunes [tienen] una actitud de repudio hacia el sexo, un deseo disgustante de insultarlo. Si esos tipos tienen relaciones sexuales con una mujer, triunfalmente sienten que la han ensuciado, y ahora es más baja, más barata y más despreciable de lo que era antes.” (Thrilling, 1977, p. 654)
Probablemente estás pensando que esos tipos tienen un tema serio con sus madres. No obstante, yo ahora sospecho que este problema de resaca es la razón de por qué una buena parte de la humanidad apoya extrañas nociones sobre la sexualidad. Si podemos sentirnos lo suficientemente ansiosos para salir corriendo después del sexo, podemos también sentirnos suficientemente incómodos para convencernos a nosotros mismos de que el sexo opuesto es repulsivo, que Dios nos está castigando por involucrarnos en el sexo, o que es una buena idea cortarle los genitales a las muchachas como se practica en algunas partes de África. Aún si no nos sentimos culpables per se, nuestra percepción hacia nosotros o hacia los demás cambia hacia lo peor. Recuerdan lo que dijo Hugh Grant no mucho después de que fuera sorprendido con Divine Brown en 1995?
“Me importa un carajo la moralidad de esto… No me importaba. Todo el mundo es una bestia sucia”
Aquí hay otro ejemplo del impulso de un hombre de marcharse después del sexo orgásmico, de John Lee en “The Flying Boy”:
"No importa quién fuera la mujer. Yo era tan bueno cuanto durara el momento en que hacíamos el amor. Después de ese instante siempre tocaba algo tabú –acaso mi madre, acaso mi dolor- y yo tenía que volar lejos… Me preocupaba y esperaba el momento más apropiado para emprender el vuelo. Si yo no volaba, me alejaba corriendo. De todas maneras yo sabía que no podía estar con ellas." (Lee, 1989, p. 10)
Y consideren este dramático ejemplo del profundo miedo vinculado al sexo, del padre de la psiquiatría moderna, Sigmund Freud:
"Probablemente ningún macho humano está a salvo del miedo a la castración ante la vista de un genital femenino". (Freud & Freud, 1968, p. 154)
Claramente el sexo está ligado a sentimientos suficientemente irracionales como para apartar a los miembros de una pareja. Un maestro taoísta explica:
"Eventualmente un hombre puede desarrollar sentimientos de indiferencia u odio por su compañera sexual porque él subconscientemente se da cuenta de que [cuando él tiene sexo con ella] pierde aquellas altas energías que podrían convertirlo a él en un hombre verdaderamente feliz." (Chia, 1984, p. 44)
Cualquiera que estudie Medicina Tradicional China estará familiarizado con la idea de que el orgasmo tiene consecuencias negativas. Pero rara vez entendemos esto como un tema emocional, psicológico.
El malestar subconsciente puede apuntar más allá del drama en nuestras relaciones, porque no siempre nos proyectamos nuestra incomodidad unos a otros. Consideremos las palabras del psicólogo Herb Goldberg en “What Men Really Want”:
"La naturaleza defensiva de la masculinidad crea una profundamente cautelosa y negativa experiencia del mundo, al cual ven como un lugar donde nunca hay sufieciente poder, control, seguridad e independencia." (Goldberg, 1991, p. 112)
A diferencia de Freud y Goldberg, yo no acepto que esas creencias defensivas sean parte innata de la naturaleza de los hombres. Mientras más aprendo, más sospecho que el sentido de carencia que domina la experiencia humana se origina simplemente en el cambio perceptual asociado al sexo. Las implicancias de esto son enormes. A medida que la luz se iba prendiendo, sentía como si hubiera descubierto un elefante en mi living, que había estado ahí largo tiempo, bloqueando mi progreso y entrampando ciegamente mis relaciones.
LA RESACA ESCONDIDA.
Al final terminé aceptando que el cambio en la percepción de mis parejas hacia mí, el cual a menudo yo había experimentado, no era estrictamente un producto de mis propios temas o los de ellos. Era real. Pero –y aquí está el punto más importante de este libro- el cambio perceptual era algo involuntario y prevenible. Es decir, los miembros de la pareja no podían evitar que el cambio ocurriera a menos que se dirigieran a la causa subyacente.
Leí mis textos de sexualidad sagrada nuevamente. Estaba en blanco y negro: el acto sexual es beneficioso, mas el orgasmo trae consigo una gran cantidad de problemas. Los síntomas podían incluir sentirse agotados, irritabilidad, desequilibrio energético, problemas de salud, y más significativamente, una creciente aversión hacia nuestro compañero sexual.
El mundo está lleno de cosas obvias, de las cuales nadie en ninguna oportunidad se da cuenta.
-Sir Arthur Conan Doyle
Las antiguas enseñanzas culpaban de estos problemas a la pérdida de semen, de tal modo que la mayoría de los textos claman que sólo los hombres sufren de los efectos negativos. Esta explicación ha probado ser demasiado simplista. Yo he aprendido con certeza que esta aflicción post-orgásmica igualmente afecta a las mujeres –alterando negativa y dramáticamente sus percepciones hacia sus parejas- aunque algunas veces toma más tiempo que en el caso de los hombres. La pérdida de semen, de hecho, resulta virtualmente irrelevante.
Hablando en general, las personas no están concientes de esta resaca. En verdad, la biología nos ha enganchado tan firmemente en la neuroquímica que acompaña al sexo orgásmico, que nosotros sólo tomamos nota de sus apabullantes efectos a corto plazo. Pero, ¿Se han ustedes enamorado alguna vez con total abandono, experimentado un ‘hacer el amor’ maravilloso, y estado seguro de que querían estar juntos para siempre…y luego notado que una extraña separación emocional se desarrolla entre tú y tu amado? Muchas veces cambiamos de pareja debido a este sentimiento de separación, creyendo que somos víctimas de incompatibilidad.
Realmente, somos víctimas de nuestros fluctuantes neuroquímicos. Es decir, nuestra pareja parece irresistible cuando la química cerebral de la atracción inicial resuena en nosotros. Pero el fuego de la pasión produce subsecuentes cambios en esta química que, tarde o temprano, modifican para peor la percepción del uno al otro.
El brillo cálido del amor, que antes iluminaba nuestro mundo, misteriosamente se esfuma, dejando una estela de desarmonía y estancamiento. Como una resaca alcohólica, estos cambios nublan nuestra perspectiva hacia la vida e incluso nuestra percepción espiritual. Este cambio de percepción radical puede explicar por qué un texto tántrico se refiere al orgasmo como el "asesinato del Buda interior" (Dowman, 1984, p. 248)
Como expliqué en la Introducción, el sexo activa el mecanismo de placer/recompensa en el sistema límbico, o cerebro primitivo, para estimularnos a procrear. Es el mismo mecanismo que actúa detrás del alcohol, la nicotina, y muchas otras drogas comunes. Es fácil comenzar, pero, cuidado, esta área del cerebro no está diseñada para mantener la sobre-estimulación continua. Como explicaré en detalle un poco más adelante en el libro, el exceso de estimulación provoca que centro de placer/recompensa ponga frenos en acción. Algunos de nosotros sentimos esta desaceleración como malestar, ansiedad, monotonía, o irritabilidad. Incluso está la desesperada necesidad de remodelar a nuestra pareja para que pueda responder a nuestras amplificadas necesidades.
Desafortunadamente, los efectos emocionales de la resaca orgásmica duran mucho más que los inducidos por el alcohol. De hecho, en mi experiencia, la percepción post-orgásmica de los amantes puede permanecer distorsionada hasta por dos semanas. Y a menudo empeora radicalmente antes que ese tiempo termine.
Este extenso período de recuperación probablemente da cuenta de por qué el judaísmo ortodoxo recomienda dos semanas de abstinencia desde el acto sexual cada mes. Esto les da a los miembros de la pareja una oportunidad de restaurar su equilibrio interno antes del próximo ciclo de altos/bajos. El resto de nosotros, sin embargo, tenemos poca ocasión de vincular esta resaca con nuestras vidas sexuales porque raramente dejamos pasar lo suficiente como para observar el ciclo completo. (Y cuando estamos sin sexo, habitualmente nos turbamos por el miedo a la soledad emocional).
Muchos de nosotros hemos experienciado relaciones sexualmente activas como un brutal subibaja que cabalga hasta que el estancamiento coloca y/o nosotros colocamos los frenos. Creo que esto ocurre porque estos ciclos insospechados entran en acción, traslapados unos con otros. Cuando los miembros de la pareja alcanzan los puntos bajos, cada uno tiende a proyectar en el otro su propia disconformidad. Típicamente, él comienza a parecerle a ella imposiblemente autocentrado, insensible, y egoísta, mientras ella aparece ante él como espantosamente necesitada, imposible de satisfacer, y demandante.
Con seguridad, estos roles no son específicos de un género, y la desarmonía puede tomar muchas otras formas. Cuando ambos se alejan inmediatamente, nos referimos a eso como un encuentro de una noche. Y cuando ambos se vuelven necesitados, le llamamos co-dependencia.
Habitualmente, no obstante, un amante se aleja mientras el otro desesperadamente busca evitar la separación que se avecina, manipulando, sobre-controlando, o provocando sentimientos de culpa. La cautela rompe la confianza de corazón abierto que fluía entre ambos. Típicamente, uno llega a ser extremadamente yin, creando una insaludable succión en la relación, mientras el otro compañero se vuelve extremadamente yang y repele al primero.
Durante este periodo de resaca, tenemos une poderosa sensación de que algo no está bien. Y no lo está. Desafortunadamente este síndrome está generalizado. De modo que intentamos convencernos unos a otros de que nuestra aflicción es un “Así es la vida”, o que puede ser reparado a por el abordaje de algunos aspectos de nosotros mismos, o evitado si somos más selectivos con nuestra próxima compañera. Cuando incurrimos en el problema una y otra vez, las detalladas listas de nuestros “debe tener” para el futuro crecen cada vez más.
Es fácil engañarnos a nosotros mismos diciendo que el sexo convencional no tiene nada que ver con nuestro tormento porque los síntomas rara vez se muestran primero como problemas sexuales. En vez de eso, se manifiestan como aquello que nosotros percibimos como defectos obvios de personalidad en nuestro amante o nosotros mismos, tales como adicción, quejas, insensibilidad, gastos irresponsables, paranoia, tacañería, o irresistible atracción hacia terceros. Y así atacamos los síntomas en vez de la causa.
Excepto por mamá y papá en “The Brady Bunch”, yo realmente no conozco parejas que hayan escapado por completo a los efectos de este bajón más allá de los primeros seis meses de relación comprometida. Aún los matrimonios que se ven más felices pronto revelan asombrosas brechas fuera de escena (Ver Capítulo 6). Pareciera que hay algo más que sólo azarosa mala suerte actuando. Por lo demás, al menos la mitad de los matrimonios deberían estar felizmente contentos y haciendo mucho el amor. No es así.
EL ESCRITO EN LA MURALLA
Cuando comprendí las dimensiones del problema, me di cuenta de que otros ya estaban admitiendo los efectos de la resaca aunque la etiquetaban de modo diferente. Por ejemplo, el popular terapeuta de parejas John Gray (Los Hombres son Marte y las Mujeres son de Venus) enseña que los hombres son como gomas elásticas, con un patrón de calentura y liberación seguido por periodos de alienación emocional respecto a sus parejas.
Yo admiro su clara articulación de los síntomas cuando oigo una cinta suya. Recuerdo que su explicación era algo así como esto: “Hombres, ustedes deben alejarse de las mujeres después de los períodos de intimidad, o ellas los agotarán. Mujeres, cuando eso ocurra, acudan a otras mujeres hasta que vuestro hombre esté de nuevo preparado para sacrificarse en el amoroso contacto con ustedes.” Aunque agradezco esta franqueza, pienso que es poco sensato asumir que un sentido de sacrificio, retirada emocional, o conducta agotadora, son inocuos cuando se repiten en una relación.
Acaso ustedes recuerden “La Novena Revelación” de James Redfield, en la cual al protagonista se le prohíbe entablar una relación con una mujer, ya que eso podría “sacarlos de sus respectivos caminos de evolución individual, y conducirlos a una desesperada lucha de poder”. Y también mujeres autoras, alaban la separación. Veamos, por ejemplo, “Woman, Passion & Celibacy” de Sally Cline, quien enumera las razones dadas por muchas mujeres que optan por el celibato.
Lo he tenido con los hombres…no más ansiedad sexual…Quería una vida simple…el sexo era aburrido…lo hacía por despecho…denme compañerismo, no sexo…necesitaba más tiempo para mí misma…mi alma estaba sufriendo…(Cline, 1993, p. 91)
Sin darse cuenta, estos autores están señalando el bajón desde el efecto de la resaca, el cual los antiguos sexólogos advertían. Ciertamente yo había tenido amantes retirándose “dentro de sus cuevas”, como pone John Gray, después intimar. Y me había hallado a mí misma en bizarras luchas de poder con mis parejas, las que me parecían completamente sin sentido semanas después. ¿Pero es la separación, temporal o total, la única manera de sobrellevarlo?
No de acuerdo a los antiguos textos. Éstos insisten en que hay una forma de hacer el amor sin resacas ni alienación. En verdad, convencer a alguien de privarse del orgasmo convencional no es la cosa más fácil en el mundo, pero aún desde el primer momento, yo sabía que tampoco era imposible. Después de todo, yo había leído libros escritos por hombres que abogaban por ello. Y había visto por mí misma los beneficios en mis parejas al evitar el orgasmo.
Y resultó que, convencer a mi amante de no eyacular al hacer el amor, no era el único obstáculo entre mí y el objetivo de la unión más profunda. Había más piezas en este puzzle.
REFERENCIAS
Chia, M. (1984) Taoist Secrets of Love. Cultivating Male Sexual Energy. Page 44 Santa Fe: Aurora Press.
Chia, M. & Chia M. (1986) Healing Love Through the Tao. Huntington: Healing Tao Books.
Cline, S. (1993) Women, Passion & Celibacy. New York: Carol Southern Books.
Dowman, K. (1984) Sky Dancer: The Secret Life and Songs of Lady Yeshe Tsogyel.
Freud, A. & Freud, J. (1968) The Future of an Illussion; Civilization and its Discontents; and other works, the Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, vol 21, page 154. London: The Hogarth Press and the Institute of Psychological Analysis.
Golberg, H. (1991) What Men Really Want. New York: New American Library.
Lee, J. (1989) The Flying Boy, p.10. Deerfield Beach, FL: Health Communications, Inc.
Extrañas cosas ocurren en nuestra percepción del otro después de que el “peak" del orgasmo se desencadena. Yo pienso en este cambio como una resaca –una fase temporal de sutil incomodidad que sigue al sexo apasionado. Habitualmente lo proyectamos en nuestra pareja o en el mundo circundante, imaginando que él, ella, o las circunstancias a nuestro alrededor sobre las que no tenemos control, causan nuestro malestar. Aquí hay una cita del ensayo de D. H. Lawrence “Pornografía y Obscenidad”:
“La experiencia enseña que los individuos comunes [tienen] una actitud de repudio hacia el sexo, un deseo disgustante de insultarlo. Si esos tipos tienen relaciones sexuales con una mujer, triunfalmente sienten que la han ensuciado, y ahora es más baja, más barata y más despreciable de lo que era antes.” (Thrilling, 1977, p. 654)
Probablemente estás pensando que esos tipos tienen un tema serio con sus madres. No obstante, yo ahora sospecho que este problema de resaca es la razón de por qué una buena parte de la humanidad apoya extrañas nociones sobre la sexualidad. Si podemos sentirnos lo suficientemente ansiosos para salir corriendo después del sexo, podemos también sentirnos suficientemente incómodos para convencernos a nosotros mismos de que el sexo opuesto es repulsivo, que Dios nos está castigando por involucrarnos en el sexo, o que es una buena idea cortarle los genitales a las muchachas como se practica en algunas partes de África. Aún si no nos sentimos culpables per se, nuestra percepción hacia nosotros o hacia los demás cambia hacia lo peor. Recuerdan lo que dijo Hugh Grant no mucho después de que fuera sorprendido con Divine Brown en 1995?
“Me importa un carajo la moralidad de esto… No me importaba. Todo el mundo es una bestia sucia”
Aquí hay otro ejemplo del impulso de un hombre de marcharse después del sexo orgásmico, de John Lee en “The Flying Boy”:
"No importa quién fuera la mujer. Yo era tan bueno cuanto durara el momento en que hacíamos el amor. Después de ese instante siempre tocaba algo tabú –acaso mi madre, acaso mi dolor- y yo tenía que volar lejos… Me preocupaba y esperaba el momento más apropiado para emprender el vuelo. Si yo no volaba, me alejaba corriendo. De todas maneras yo sabía que no podía estar con ellas." (Lee, 1989, p. 10)
Y consideren este dramático ejemplo del profundo miedo vinculado al sexo, del padre de la psiquiatría moderna, Sigmund Freud:
"Probablemente ningún macho humano está a salvo del miedo a la castración ante la vista de un genital femenino". (Freud & Freud, 1968, p. 154)
Claramente el sexo está ligado a sentimientos suficientemente irracionales como para apartar a los miembros de una pareja. Un maestro taoísta explica:
"Eventualmente un hombre puede desarrollar sentimientos de indiferencia u odio por su compañera sexual porque él subconscientemente se da cuenta de que [cuando él tiene sexo con ella] pierde aquellas altas energías que podrían convertirlo a él en un hombre verdaderamente feliz." (Chia, 1984, p. 44)
Cualquiera que estudie Medicina Tradicional China estará familiarizado con la idea de que el orgasmo tiene consecuencias negativas. Pero rara vez entendemos esto como un tema emocional, psicológico.
El malestar subconsciente puede apuntar más allá del drama en nuestras relaciones, porque no siempre nos proyectamos nuestra incomodidad unos a otros. Consideremos las palabras del psicólogo Herb Goldberg en “What Men Really Want”:
"La naturaleza defensiva de la masculinidad crea una profundamente cautelosa y negativa experiencia del mundo, al cual ven como un lugar donde nunca hay sufieciente poder, control, seguridad e independencia." (Goldberg, 1991, p. 112)
A diferencia de Freud y Goldberg, yo no acepto que esas creencias defensivas sean parte innata de la naturaleza de los hombres. Mientras más aprendo, más sospecho que el sentido de carencia que domina la experiencia humana se origina simplemente en el cambio perceptual asociado al sexo. Las implicancias de esto son enormes. A medida que la luz se iba prendiendo, sentía como si hubiera descubierto un elefante en mi living, que había estado ahí largo tiempo, bloqueando mi progreso y entrampando ciegamente mis relaciones.
LA RESACA ESCONDIDA.
Al final terminé aceptando que el cambio en la percepción de mis parejas hacia mí, el cual a menudo yo había experimentado, no era estrictamente un producto de mis propios temas o los de ellos. Era real. Pero –y aquí está el punto más importante de este libro- el cambio perceptual era algo involuntario y prevenible. Es decir, los miembros de la pareja no podían evitar que el cambio ocurriera a menos que se dirigieran a la causa subyacente.
Leí mis textos de sexualidad sagrada nuevamente. Estaba en blanco y negro: el acto sexual es beneficioso, mas el orgasmo trae consigo una gran cantidad de problemas. Los síntomas podían incluir sentirse agotados, irritabilidad, desequilibrio energético, problemas de salud, y más significativamente, una creciente aversión hacia nuestro compañero sexual.
El mundo está lleno de cosas obvias, de las cuales nadie en ninguna oportunidad se da cuenta.
-Sir Arthur Conan Doyle
Las antiguas enseñanzas culpaban de estos problemas a la pérdida de semen, de tal modo que la mayoría de los textos claman que sólo los hombres sufren de los efectos negativos. Esta explicación ha probado ser demasiado simplista. Yo he aprendido con certeza que esta aflicción post-orgásmica igualmente afecta a las mujeres –alterando negativa y dramáticamente sus percepciones hacia sus parejas- aunque algunas veces toma más tiempo que en el caso de los hombres. La pérdida de semen, de hecho, resulta virtualmente irrelevante.
Hablando en general, las personas no están concientes de esta resaca. En verdad, la biología nos ha enganchado tan firmemente en la neuroquímica que acompaña al sexo orgásmico, que nosotros sólo tomamos nota de sus apabullantes efectos a corto plazo. Pero, ¿Se han ustedes enamorado alguna vez con total abandono, experimentado un ‘hacer el amor’ maravilloso, y estado seguro de que querían estar juntos para siempre…y luego notado que una extraña separación emocional se desarrolla entre tú y tu amado? Muchas veces cambiamos de pareja debido a este sentimiento de separación, creyendo que somos víctimas de incompatibilidad.
Realmente, somos víctimas de nuestros fluctuantes neuroquímicos. Es decir, nuestra pareja parece irresistible cuando la química cerebral de la atracción inicial resuena en nosotros. Pero el fuego de la pasión produce subsecuentes cambios en esta química que, tarde o temprano, modifican para peor la percepción del uno al otro.
El brillo cálido del amor, que antes iluminaba nuestro mundo, misteriosamente se esfuma, dejando una estela de desarmonía y estancamiento. Como una resaca alcohólica, estos cambios nublan nuestra perspectiva hacia la vida e incluso nuestra percepción espiritual. Este cambio de percepción radical puede explicar por qué un texto tántrico se refiere al orgasmo como el "asesinato del Buda interior" (Dowman, 1984, p. 248)
Como expliqué en la Introducción, el sexo activa el mecanismo de placer/recompensa en el sistema límbico, o cerebro primitivo, para estimularnos a procrear. Es el mismo mecanismo que actúa detrás del alcohol, la nicotina, y muchas otras drogas comunes. Es fácil comenzar, pero, cuidado, esta área del cerebro no está diseñada para mantener la sobre-estimulación continua. Como explicaré en detalle un poco más adelante en el libro, el exceso de estimulación provoca que centro de placer/recompensa ponga frenos en acción. Algunos de nosotros sentimos esta desaceleración como malestar, ansiedad, monotonía, o irritabilidad. Incluso está la desesperada necesidad de remodelar a nuestra pareja para que pueda responder a nuestras amplificadas necesidades.
Desafortunadamente, los efectos emocionales de la resaca orgásmica duran mucho más que los inducidos por el alcohol. De hecho, en mi experiencia, la percepción post-orgásmica de los amantes puede permanecer distorsionada hasta por dos semanas. Y a menudo empeora radicalmente antes que ese tiempo termine.
Este extenso período de recuperación probablemente da cuenta de por qué el judaísmo ortodoxo recomienda dos semanas de abstinencia desde el acto sexual cada mes. Esto les da a los miembros de la pareja una oportunidad de restaurar su equilibrio interno antes del próximo ciclo de altos/bajos. El resto de nosotros, sin embargo, tenemos poca ocasión de vincular esta resaca con nuestras vidas sexuales porque raramente dejamos pasar lo suficiente como para observar el ciclo completo. (Y cuando estamos sin sexo, habitualmente nos turbamos por el miedo a la soledad emocional).
Muchos de nosotros hemos experienciado relaciones sexualmente activas como un brutal subibaja que cabalga hasta que el estancamiento coloca y/o nosotros colocamos los frenos. Creo que esto ocurre porque estos ciclos insospechados entran en acción, traslapados unos con otros. Cuando los miembros de la pareja alcanzan los puntos bajos, cada uno tiende a proyectar en el otro su propia disconformidad. Típicamente, él comienza a parecerle a ella imposiblemente autocentrado, insensible, y egoísta, mientras ella aparece ante él como espantosamente necesitada, imposible de satisfacer, y demandante.
Con seguridad, estos roles no son específicos de un género, y la desarmonía puede tomar muchas otras formas. Cuando ambos se alejan inmediatamente, nos referimos a eso como un encuentro de una noche. Y cuando ambos se vuelven necesitados, le llamamos co-dependencia.
Habitualmente, no obstante, un amante se aleja mientras el otro desesperadamente busca evitar la separación que se avecina, manipulando, sobre-controlando, o provocando sentimientos de culpa. La cautela rompe la confianza de corazón abierto que fluía entre ambos. Típicamente, uno llega a ser extremadamente yin, creando una insaludable succión en la relación, mientras el otro compañero se vuelve extremadamente yang y repele al primero.
Durante este periodo de resaca, tenemos une poderosa sensación de que algo no está bien. Y no lo está. Desafortunadamente este síndrome está generalizado. De modo que intentamos convencernos unos a otros de que nuestra aflicción es un “Así es la vida”, o que puede ser reparado a por el abordaje de algunos aspectos de nosotros mismos, o evitado si somos más selectivos con nuestra próxima compañera. Cuando incurrimos en el problema una y otra vez, las detalladas listas de nuestros “debe tener” para el futuro crecen cada vez más.
Es fácil engañarnos a nosotros mismos diciendo que el sexo convencional no tiene nada que ver con nuestro tormento porque los síntomas rara vez se muestran primero como problemas sexuales. En vez de eso, se manifiestan como aquello que nosotros percibimos como defectos obvios de personalidad en nuestro amante o nosotros mismos, tales como adicción, quejas, insensibilidad, gastos irresponsables, paranoia, tacañería, o irresistible atracción hacia terceros. Y así atacamos los síntomas en vez de la causa.
Excepto por mamá y papá en “The Brady Bunch”, yo realmente no conozco parejas que hayan escapado por completo a los efectos de este bajón más allá de los primeros seis meses de relación comprometida. Aún los matrimonios que se ven más felices pronto revelan asombrosas brechas fuera de escena (Ver Capítulo 6). Pareciera que hay algo más que sólo azarosa mala suerte actuando. Por lo demás, al menos la mitad de los matrimonios deberían estar felizmente contentos y haciendo mucho el amor. No es así.
EL ESCRITO EN LA MURALLA
Cuando comprendí las dimensiones del problema, me di cuenta de que otros ya estaban admitiendo los efectos de la resaca aunque la etiquetaban de modo diferente. Por ejemplo, el popular terapeuta de parejas John Gray (Los Hombres son Marte y las Mujeres son de Venus) enseña que los hombres son como gomas elásticas, con un patrón de calentura y liberación seguido por periodos de alienación emocional respecto a sus parejas.
Yo admiro su clara articulación de los síntomas cuando oigo una cinta suya. Recuerdo que su explicación era algo así como esto: “Hombres, ustedes deben alejarse de las mujeres después de los períodos de intimidad, o ellas los agotarán. Mujeres, cuando eso ocurra, acudan a otras mujeres hasta que vuestro hombre esté de nuevo preparado para sacrificarse en el amoroso contacto con ustedes.” Aunque agradezco esta franqueza, pienso que es poco sensato asumir que un sentido de sacrificio, retirada emocional, o conducta agotadora, son inocuos cuando se repiten en una relación.
Acaso ustedes recuerden “La Novena Revelación” de James Redfield, en la cual al protagonista se le prohíbe entablar una relación con una mujer, ya que eso podría “sacarlos de sus respectivos caminos de evolución individual, y conducirlos a una desesperada lucha de poder”. Y también mujeres autoras, alaban la separación. Veamos, por ejemplo, “Woman, Passion & Celibacy” de Sally Cline, quien enumera las razones dadas por muchas mujeres que optan por el celibato.
Lo he tenido con los hombres…no más ansiedad sexual…Quería una vida simple…el sexo era aburrido…lo hacía por despecho…denme compañerismo, no sexo…necesitaba más tiempo para mí misma…mi alma estaba sufriendo…(Cline, 1993, p. 91)
Sin darse cuenta, estos autores están señalando el bajón desde el efecto de la resaca, el cual los antiguos sexólogos advertían. Ciertamente yo había tenido amantes retirándose “dentro de sus cuevas”, como pone John Gray, después intimar. Y me había hallado a mí misma en bizarras luchas de poder con mis parejas, las que me parecían completamente sin sentido semanas después. ¿Pero es la separación, temporal o total, la única manera de sobrellevarlo?
No de acuerdo a los antiguos textos. Éstos insisten en que hay una forma de hacer el amor sin resacas ni alienación. En verdad, convencer a alguien de privarse del orgasmo convencional no es la cosa más fácil en el mundo, pero aún desde el primer momento, yo sabía que tampoco era imposible. Después de todo, yo había leído libros escritos por hombres que abogaban por ello. Y había visto por mí misma los beneficios en mis parejas al evitar el orgasmo.
Y resultó que, convencer a mi amante de no eyacular al hacer el amor, no era el único obstáculo entre mí y el objetivo de la unión más profunda. Había más piezas en este puzzle.
REFERENCIAS
Chia, M. (1984) Taoist Secrets of Love. Cultivating Male Sexual Energy. Page 44 Santa Fe: Aurora Press.
Chia, M. & Chia M. (1986) Healing Love Through the Tao. Huntington: Healing Tao Books.
Cline, S. (1993) Women, Passion & Celibacy. New York: Carol Southern Books.
Dowman, K. (1984) Sky Dancer: The Secret Life and Songs of Lady Yeshe Tsogyel.
Freud, A. & Freud, J. (1968) The Future of an Illussion; Civilization and its Discontents; and other works, the Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, vol 21, page 154. London: The Hogarth Press and the Institute of Psychological Analysis.
Golberg, H. (1991) What Men Really Want. New York: New American Library.
Lee, J. (1989) The Flying Boy, p.10. Deerfield Beach, FL: Health Communications, Inc.
Thrilling, D. (1977) Ed. The Portable D. H. Lawrence. New York: Penguin Books.
London: Routledge and Kegan Paul)
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