
¿Se ha preguntado alguien por qué las religiones se han preocupado tanto por normar la vida sexual de las personas? ¿y por qué existe el machismo, la “guerra” de géneros, la denigración del sexo y la mujer, etc.? ¿Y por qué existe el énfasis, en muchas culturas tradicionalistas, en ver al sexo y a la mujer aún como "peligrosos" o "inadecuados"?
Hasta el día de hoy, y aunque nadie lo diga expresamente, sentimos que el sexo es un terreno espinoso. Con toda la buena intención nos declaramos liberados de tantas creencias del pasado, pero su sombra inconsciente nos persigue. Basta ver los chistes, los rayados en los baños públicos y la fuerte demanda de pornografía en Internet, como para ver que no todo está resuelto. Y a menudo en el plano personal la ambivalencia del sexo se presenta con las características de una adicción: logro disfrutarlo, pero con frecuencia experimento también cierta frustración conmigo mismo o mi pareja, como si la promesa que nos hace el sexo antes de hacer el amor, no estuviera siendo 100% cumplida.

El origen de esta ambivalencia puede ser rastreado hasta los comienzos de nuestra historia como sociedad patriarcal. Y es que el patriarcado, ese sistema social que se impuso aproximadamente a partir del 4to. milenio A. de C. implicó una violenta ruptura que afectó la relación del hombre con la naturaleza, incluido la propia experiencia de la sexualidad. Antes del patriarcado lo que habría existido son sociedades matrízticas que, según la socióloga e historiadora cultural Riane Eisler (2000), se caracterizaron por ser pacíficas, solidarias e igualitarias. Mantenían un contacto directo y espiritual con la naturaleza, siendo su deidad principal una especie de Diosa o Gran Madre. Consideraban que el sexo, así como todo lo que tenía que ver con el cuerpo, era sagrado, ya que provenía de la Diosa. En el arte de esos pueblos suelen figurar los motivos alegres, coloridos, representando la relación armónica entre el hombre y la naturaleza. El placer era también valorado como una celebración de la vida.
El patriarcado, en cambio, era y sigue siendo muy distinto a lo matríztico. En primer lugar se trata de sociedades jerárquicas que valoran la competencia y la guerra. Y si la guerra es su actividad principal, las personas importantes serán los individuos aptos para ella; por su fuerza física, los hombres llevan siempre la ventaja. Las mujeres, por ende, en el mundo patriarcal ocupan un lugar secundario, siendo necesario establecer un control estricto sobre ellas.
Si bien es cierto, las mujeres –decíamos- están relegadas a un segundo plano, la sociedad patriarcal no puede prescindir de ellas. Pensemos que las dos actividades principales de un patriarcado son la guerra y la esclavitud (la segunda, consecuencia de la primera) y por lo tanto se requiere un gran número de individuos. Las mujeres y la sexualidad serán así enfocadas a la función reproductiva. El patriarca tendrá muchas esposas y esclavas que le darán muchos hijos, ojala varones; las prisioneras y las mujeres de las castas más bajas proveerán también del número adecuado de esclavos o trabajadores.Por otra parte las relaciones sexuales aparecerán con la siguiente ambivalencia: cuando un hombre, fuerte, orgulloso, guerrero, tenga relaciones sexuales con una mujer, quedará de manifiesto que él es inferior a ella. Él podrá tener una sola eyaculación y caerá rendido cada vez, mientras ella tendrá siempre una disposición a querer más.
Esto angustiará mucho al hombre, quien empezará a ver esta superioridad de la mujer como una amenaza. Sentirá cómo, después de eyacular, su fuerza y su voluntad ya no son las mismas, y así constantemente percibirá en la mujer a una rival, que en la lucha cuerpo a cuerpo siempre lo derrota. Para comprender esto pensemos también que la virilidad de un hombre, me refiero su propia autopercepción de fortaleza y virilidad, tiene que ver con el falo (esto ya fue estudiado ampliamente por el psicoanálisis). Cada eyaculación implicará que el falo queda fláccido, y será percibida orgánicamente como cansancio y debilidad (debemos aceptar que el orgasmo causa una serie de cambios neurológicos (que ya hemos señalado en otros artículos, que afectan la experiencia y cambian la autopercepción y percepción del mundo; hoy existe bastante investigación científica al respecto (Robinson, 2009)).

La venganza de este hombre que se siente derrotado por la mujer en lo sexual será simple: hay que reprimir el sexo y a la mujer. Dirá: “mi satisfacción es la que importa; la de ella no”. La mujer por sí misma se transforma en una piedra de tropiezo y, al mismo tiempo, una especie de objeto. La rabia inconsciente del patriarcado hacia la mujer y su sexualidad se expresa de formas diversas: a la mujer hay que denigrarla, taparla, mutilarla (como en muchos lugares de África), violentarla (como en la violación), esconderla detrás de velos y vestidos largos, usarla como moneda y botín, etc. Porque los psicólogos sabemos que ante el miedo y la angustia se presenta la reacción de querer controlar, poseer. El matrimonio, que en la sociedad tradicional ata a la mujer al dominio de un hombre, busca relegarla a la función de procreadora y criadora de los hijos. La mujer adúltera será castigada con la muerte, y la mujer que ose desafiar las leyes fácilmente se la puede tachar de bruja, escandalosa y hasta ninfómana.


Podemos ver que hombre del patriarcado es tremendamente acomplejado en el ámbito sexual, pero su problema se fundamenta en la ignorancia, a partir de una actitud errada desde el comienzo. Esta actitud es que él estableció un orden valórico basado en el poder y en la dominación. Dominación de otros hombres, de la naturaleza y de sus propios cuerpos; dominación sin comprensión, ya que no se interesaron por comprender la naturaleza, ni la sexualidad, ni las emociones, sino sólo dominarlas. Desde una perspectiva psicopatológica, podríamos decir de este hombre, que se aprecia adoptando una posición esquizo-paranoide. Se siente amenazado (por la naturaleza, por el sexo, por otros hombres) por lo que necesita hallar un punto seguro: dominar antes que ser dominado.
Las sociedades matrízticas, por el contrario, establecieron una relación armónica con la naturaleza y con el cuerpo. Son sociedades que el connotado biólogo Humberto Maturana señala en la línea de lo que él llama la biología del amor. No fueron sociedades dominadas por mujeres, porque en ese caso habrían sido matriarcales en lugar de matrízticas. Lo interesante es que esta relación de armonía con todas las cosas los llevó a desarrollar un conocimiento profundo de la naturaleza, ligado a la espiritualidad y el misticismo. Aún hoy existen vertientes de lo matríztico, que aún se conservan, que nos hablan del conocimiento que estas culturas poseían sobre el ser humano. Dos grandes ejemplos de estas vertientes son el Tantra de la India, y el Taoísmo chino.







Pero el Tantra indio y el Tao chino no son los únicos casos de tradiciones que habrían adoptado una visión y una práctica del sexo como ámbito sagrado. Sabemos que lo matríztico existió también en Europa y el Medio Oriente, antes de las invasiones de los patriarcales semitas e indoeuropeos. Esto nos lleva a creer que un conocimiento similar al Tantra o al Tao del Amor ciertamente tiene que haber existido también en occidente y, por qué no, en todo el mundo antiguo.


La conclusión final es que existe una clara conexión entre las culturas matrízticas y la sexualidad transorgásmica. El patriarcado, por parte, nos ha legado su afán por encapsular lo sexual en su aspecto más básico y animal, imponiendo como norma una sexualidad centrada en la eyaculación y el orgasmo. Esto debiera hacernos reflexionar: la esclavitud y la guerra, otras herencias del patriarcado, hace un tiempo atrás eran también aceptadas como "naturales". ¿No será hora de cuestionar también las creencias y valores que rigen nuestros hábitos sexuales?
REFERENCIAS
Danielou, A. (1987) Shiva y Dionisos. Buenos Aires: kairós
Eisler, R. (2000) El Cáliz y la Espada. Santiago: Cuatro Vientos.
Maturana, H. (2000) Prólogo, El Caliz y La Espada. Santiago: Cuatro Vientos
Robinson, M. (2009). Cupid’s Poisoned Arrow. North Atlantic Ed.
Van Lysebeth, A. (1990) Tantra, el Culto a lo Femenino. Urano Ed.
Robinson, M. (2009). Cupid’s Poisoned Arrow. North Atlantic Ed.
Van Lysebeth, A. (1990) Tantra, el Culto a lo Femenino. Urano Ed.
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