Constantemente se nos ha dicho, y así lo hemos creído, que el orgasmo es la experiencia que nunca debe faltar en una relación sexual. Después de todo, el orgasmo nos parece 100% “natural”y es placentero. Sin embargo, muy pocos son conscientes de las consecuencias indeseables que el orgasmo trae, tanto para el individuo como para la pareja.
Investigaciones recientes hechas sobre mamíferos han mostrado que el orgasmo trae consigo una serie de cambios drásticos a nivel de la neuroquímica del cerebro, las que nos afectan profundamente. Por ejemplo, la dopamina, que es el neurotransmisor que nos estimula y nos hace sentir entusiasmados y enamorados, es descargada con fuerza durante el orgasmo (Ver imagen). No obstante, inmediatamente después, el neurotransmisor experimenta una significativa y prolongada baja, lo que implica que justo después del orgasmo, el entusiasmo, la atracción y la energía decaen irremediablemente. Esta baja en el período post-orgasmo se experimenta usualmente como una especie de “resaca”. El individuo, en especial el varón, se siente cansado y con sueño; a menudo se duerme o desea estar solo. Un estado de hipersensibilidad (fotofobia, susceptibilidad emotiva, etc.) envuelve a la mayoría de los individuos en los minutos y horas posteriores a la descarga orgásmica, sin mencionar que algunos efectos menos evidentes pueden permanecer hasta por 2 semanas (imagen). Las fluctuaciones de la dopamina, además, ocasionan cambios en la percepción: antes me sentía bien; ahora me siento cansado y quizás algo contrariado (emocionalmente). Si antes percibía a mi pareja como la persona más atractiva del mundo, ahora me queda el gusto a “¿y eso fue todo?”. Con la baja de la dopamina empiezo a notar también cosas de ella, quizás detalles, que me molestan.
Los cambios descritos no son un capricho de la biología. Más bien se trata de un diseño común a todas las especies de mamíferos en su conducta de apareamiento. El orgasmo es un refuerzo biológico que proporciona su dosis de dopamina al cerebro para que el individuo siga apareándose una y otra vez. Esto no sería problema si no ocurriera que sucesivamente, cuando el macho vuelva a la carga, se apareará cada vez con menos frecuencia con la misma hembra. La observación y los experimentos científicos señalan que llegará el momento en que el macho perderá todo el interés por la hembra.
Investigaciones recientes hechas sobre mamíferos han mostrado que el orgasmo trae consigo una serie de cambios drásticos a nivel de la neuroquímica del cerebro, las que nos afectan profundamente. Por ejemplo, la dopamina, que es el neurotransmisor que nos estimula y nos hace sentir entusiasmados y enamorados, es descargada con fuerza durante el orgasmo (Ver imagen). No obstante, inmediatamente después, el neurotransmisor experimenta una significativa y prolongada baja, lo que implica que justo después del orgasmo, el entusiasmo, la atracción y la energía decaen irremediablemente. Esta baja en el período post-orgasmo se experimenta usualmente como una especie de “resaca”. El individuo, en especial el varón, se siente cansado y con sueño; a menudo se duerme o desea estar solo. Un estado de hipersensibilidad (fotofobia, susceptibilidad emotiva, etc.) envuelve a la mayoría de los individuos en los minutos y horas posteriores a la descarga orgásmica, sin mencionar que algunos efectos menos evidentes pueden permanecer hasta por 2 semanas (imagen). Las fluctuaciones de la dopamina, además, ocasionan cambios en la percepción: antes me sentía bien; ahora me siento cansado y quizás algo contrariado (emocionalmente). Si antes percibía a mi pareja como la persona más atractiva del mundo, ahora me queda el gusto a “¿y eso fue todo?”. Con la baja de la dopamina empiezo a notar también cosas de ella, quizás detalles, que me molestan.
Los cambios descritos no son un capricho de la biología. Más bien se trata de un diseño común a todas las especies de mamíferos en su conducta de apareamiento. El orgasmo es un refuerzo biológico que proporciona su dosis de dopamina al cerebro para que el individuo siga apareándose una y otra vez. Esto no sería problema si no ocurriera que sucesivamente, cuando el macho vuelva a la carga, se apareará cada vez con menos frecuencia con la misma hembra. La observación y los experimentos científicos señalan que llegará el momento en que el macho perderá todo el interés por la hembra.
Sin embargo, si frente a él ponemos otra hembra de la misma especie, el macho correrá a aparearse con ésta con igual entusiasmo que al comienzo. Este fenómeno es conocido como el efecto Coolidge, y se ha observado en muchísimas especies de mamíferos. El mecanismo permite a la naturaleza asegurar que un macho se cruce con muchas hembras en un mismo período, para así asegurar la variabilidad genética de sus hijos. Esto a su vez incrementará las posibilidades de supervivencia de la prole, para así perpetuar los genes.
¿Si esto ocurre con la gran mayoría de las especies de mamíferos, a nadie se le ha ocurrido pensar que los humanos, siendo también mamíferos, estamos sometidos a una dinámica similar? ¿Cuántas parejas enamoradas van perdiendo paulatinamente el interés por tener relaciones entre sí? ¿Cuántos hombres y mujeres, después del sexo, se sienten ajenos, separados, desconectados el uno del otro?
Todas estas preguntas nos llevan a considerar el alto índice de infidelidades y de matrimonios que fracasan, el porqué de la necesidad de que existan prostitutas, o la insatisfacción y el aburrimiento en que caen muchas parejas que han convivido mucho tiempo.
Todas estas preguntas nos llevan a considerar el alto índice de infidelidades y de matrimonios que fracasan, el porqué de la necesidad de que existan prostitutas, o la insatisfacción y el aburrimiento en que caen muchas parejas que han convivido mucho tiempo.
Todos estos hallazgos han sido documentados por la autora norteamericana Marnia Robinson en su libro "Cupid's Poisoned Arrow", también disponibles en su web http://www.reuniting.info/. Como revelaciones, lucen sorprendentes, ya que el sexo y el orgasmo son ampliamente valorados por nuestra cultura, incluidos muchos psicólogos y sexólogos que constantemente animan a las parejas a maximizar su experiencia orgásmica. Sin embargo, hablar de relaciones sexuales y de orgasmo no es hablar 100% de lo mismo. Aunque nos parezca increíble o impracticable, es posible tener relaciones sexuales sin orgasmo, aprovechando todos los beneficios de la intimidad y del placer sexual, mas sin exponernos a los efectos desagradables que mencionamos antes.
Nosotros hablamos de una manera diferente de plantear las relaciones sexuales, la cual hemos llamado sexualidad transorgásmica, siendo más que nada una invitación a la práctica. A través de ésta nos liberamos de la mecánica y del condicionamiento impuesto por la naturaleza. Sin embargo, jamás renunciamos al verdadero placer sexual, sino que lo incrementamos. Porque para disfrutar de un buen vino no es necesario emborracharse. Del mismo modo, disfrutar del sexo no implica tener que llegar al orgasmo; al contrario este último nos priva de alcanzar la verdadera experiencia. Pensemos que con el orgasmo la intensidad sexual se concentra en los genitales y se desvanece abruptamente una vez acabado el acto; en la experiencia transorgásmica, esta intensidad se experimenta por el cuerpo entero y la sensación de éxtasis se conserva, haciéndonos sentir, al acabar, más atraidos y conectados emocionalmente con nuestra pareja. Después del acto sexual, nos sentimos revitalizados, satisfechos, tranquilos y enamorados, sin que exista un corte entre el antes y el después de la práctica. Si no estamos pensando en tener hijos, no es necesario eyacular, ¿Para qué desgastarnos? ¿Para qué caer en la sucesión de "altos" y "bajos" a la que nos expone la dopamina?
Nosotros hablamos de una manera diferente de plantear las relaciones sexuales, la cual hemos llamado sexualidad transorgásmica, siendo más que nada una invitación a la práctica. A través de ésta nos liberamos de la mecánica y del condicionamiento impuesto por la naturaleza. Sin embargo, jamás renunciamos al verdadero placer sexual, sino que lo incrementamos. Porque para disfrutar de un buen vino no es necesario emborracharse. Del mismo modo, disfrutar del sexo no implica tener que llegar al orgasmo; al contrario este último nos priva de alcanzar la verdadera experiencia. Pensemos que con el orgasmo la intensidad sexual se concentra en los genitales y se desvanece abruptamente una vez acabado el acto; en la experiencia transorgásmica, esta intensidad se experimenta por el cuerpo entero y la sensación de éxtasis se conserva, haciéndonos sentir, al acabar, más atraidos y conectados emocionalmente con nuestra pareja. Después del acto sexual, nos sentimos revitalizados, satisfechos, tranquilos y enamorados, sin que exista un corte entre el antes y el después de la práctica. Si no estamos pensando en tener hijos, no es necesario eyacular, ¿Para qué desgastarnos? ¿Para qué caer en la sucesión de "altos" y "bajos" a la que nos expone la dopamina?
¿Cómo aprender esta "nueva" aproximación al sexo? El primer paso es cuestionar nuestras creencias. Investigando un poco más, nos daremos cuanta de que la aproximación no es nueva: ya fue enseñada por los Tántricos en la India y por los Taoístas en China. También hubo pioneros en Occidente, a través de escuelas espirituales, comunidades, hermanadades, etc. que practicaron de manera secreta por temor a las represalias de la Iglesia o los gobiernos. Esto que hoy planteamos a través de este escrito es sólo la "punta del iceberg" de un gran conocimiento práctico que ha existido siempre pero al cual muchos estamos accediendo por primera vez. El término "Sexualidad Transorgásmica" es nuevo, pero lo hemos creado porque no existía una palabra que pudiera englobar la esencia de esta práctica y visión. Muchas veces se piensa que es un saber "raro" o "excéntrico", que hay que ponerse túnica o recitar mantrams, o que hay que adoptar creencias extrañas. Transorgásmico nos parece una buena palabra, porque hace alusión directa a lo que ocurre en la sexualidad: es un ir "más allá" o un "trascender" la rutina sexual común (el orgasmo) para acceder a un tipo de experiencia más satisfactoria, completa y sanadora. De todas formas existe el placer y un tipo de climax, pero no tiene nada que ver con la descarga de la energía sexual, ni con una explosión ni un vaciamiento, como ocurre con el orgasmo.
En cuanto a la práctica, puede que el comienzo convenga continuar del modo habitual, pero esta vez estando atentos para observar lo que nos ocurre en el antes y el después del orgasmo. Luego, si pensamos seriamente en que es necesario cambiar, tendremos que comenzar poniéndonos un objetivo: evitar el orgasmo. El resultado óptimo se obtiene cuando ambos miembros de la pareja están inspirados por lo mismo. ¿Pero cómo evitar el orgasmo? Hay muchas técnicas y ayudas, pero ninguna de éstas servirá si no aprendemos a reconocer el momento cuando el orgasmo se aproxima. A través de una respiración profunda, pausada, podemos disminuir el ritmo de nuestras pulsaciones y controlar con mayor efectividad la efervescencia sexual. También el movimiento tiene que ser pausado; la quietud del cuerpo permite que los órganos se vayan acostumbrando el uno al otro. Así de a poco y con cuidado, comenzamos con movimientos rítmicos, tomando mucho aire en los pulmones y expulsándolo suavemente. La musculatura de la zona perineal nos ayudará mucho, ya que contraerla y relajarla voluntariamente es como cerrar y abrir las puertas de la energía. Y para que la práctica sea efectiva, imaginemos (y/o sintamos) que nuestros genitales son como un horno hirviendo o una especie de olla a presión que emite vapores. Esos vapores son como ondas de placer que, con cada inhalación y movimiento, ascienden hacia nuestro corazón y/o nuestra cabeza, expandiéndose (al espirar) por todo nuestro cuerpo. Es una manera práctica de descomprimir la zona genital, a la vez que estimulamos que la energía sexual circule, expandiéndose como sensaciones por todo el cuerpo. Y no olvidemos abrazar y besar a nuestra pareja, porque la afectividad ayudará a que fluyamos más y mejor, y que la experiencia transorgásmica sea completa. Si por algún motivo, sentimos que estamos ad-portas del orgasmo, intentemos quedarnos quietos inspirando rápido y profundo al mismo tiempo, y reteniendo; también puede ser necesario que salgamos de nuestra pareja. Del mismo modo, si sentimos que ya llevamos lo suficiente como para continuar, nos separamos con cuidado y nos tendemos al lado, procurando mantener las respiraciones profundas junto a los ejercicios de imaginación y musculatura que ya mencionamos. Es importante permanecer así un buen rato, hasta que la excitación y el "fuego" haya menguado.
La explicación más detallada sobre la práctica la haremos en un próximo artículo. Por ahora, la invitación es a practicar. La mejor manera de alcanzar la experiencia transorgásmica es ir aproximándose a ésta a través de la experimentación, ya que nadie conoce mejor su cuerpo que uno mismo. Importante es no desanimarse, pese a que al principio puede que las cosas no fluyan como uno quiere. Es difícil descondicionar a nuestro cuerpo. La capacidad transorgásmica sólo se desarrolla con la práctica paciente, mientras los frutos valen realmente la pena.
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